Supongo que como cualquier otro adolescente me rejodía que alguien estuviera dándome órdenes todo el tiempo. Las reglas estas, las leyes aquellas y un sin fin de hipócritas que se las había metido tan hasta la garganta que no hacían otra cosa que escupirlas.
Estaba claro que todo eso iba a cambiar.
Cambió el hecho de que ahora eras el hipócrita atragantado por haber repetido tantas veces la misma mierda. Como quien se le atraviesa la hamburguesa cuando lleva más de 500 seguidas a su espalda. Al final creo que eres el que jode simplemente por intentar encontrar una justicia divina. Porque crees que así los chakras se reajustarán cuando le jodas la vida al chaval revolucionario.
Ahora las cosas han cambiado. Y no sabes lo que me jode.
Estuve leyendo el otro día la maravillosa analogía sobre «Un mundo feliz» de Aldous Huxley y un sitio para dejar morir a tu abuelo. Y fíjate tú, en ese momento en el que hablan sobre la falsa sensación de libertad, de los caramelitos para tener la mente tranquila y dejar a los adultos hacer su trabajo me pareció la puta idea más perfecta de la historia.
Nadie jode porque todo el mundo está feliz.
Lo increíble que pareciera esto es que la gente seguía quejándose de que querían su libertad. Su libertad supongo que para cagarla. Una y otra vez y quejarse luego a los superiores de no haber hecho bien su trabajo.
- No sé qué haces dándome tantas libertades, gilipollas, ¿no ves que la voy a cagar?
A mí no me jodas. Una sociedad donde vas, trabajas, te dan tu dinero a final de mes, vives, envejeces lo mejor que puedas, tienes algo de tiempo para desperdiciarlo viendo mierda comercial y te mueres. (si consigues follar entre medias pues qué de puta madre) O no, o simplemente gastas todo tu tiempo en ser una persona increíble que ha llenado su cabeza de sabe Dios cuántas cosas culturales, de las profundas, de las que lo sacas a rezumar cuando estás meneando tu vino delante de tus otros amigos pedantes. «Hay que liberar aromas» dirás, mientras te pasas medio borracho mirándole el escote a quien te quieres camelar pareciendo el típico tío diferente, el que es un cultureta, el que no te va a llevar al catre sin más, que al menos te dará un paseo y no te dejará hablar porque su ego es casi, casi tan grande como su miedo a tener la polla enana.
Volviendo al tema, vives en una sociedad feliz.
Aunque seas incapaz de verlo. Aunque seas incapaz de serlo.
No sé. La verdad es que ahora escrito esto, no sé si me gustaría saber que todo está diseñado para que sea feliz. Sin el estímulo suficiente… esa felicidad valdría lo mismo que nada.
Lo mismo que toda esta mierda que he escrito.
Es el final lo que me hace entender que tu texto merece mi respeto. Es la contradicción inconsciente de creer que tus pensamientos y reflexiones valen, pero saber conscientemente que no, pero no por eso perder la esperanza de que puedan valer. Solo soy un simple lector ajeno a tu vida, pero qué agradable es ver que el mundo es, en efecto, la bola miserable que rueda y nos arrastra siendo esta la mejor de las opciones posibles.