Pulga de calamares

El otro día estaba metiéndome una pulga de calamares en la boca. Sasboreando la textura del pan recién hecho, los calamares tiernos, la corteza crujiente, su punto justo de sal…

En aquel sitio sabían de sobra cómo tratar el producto, aunque fuera el más sencillo del mundo. No me lo había pedido ni con mayonesa ni con limón. Imaginaros la calidad.

La cuestión es que estaba yo ahí, con el café humeante, tomando el sol de media mañana y pensando que sí, que quizás hoy sería la última vez que pudiera comerlo. Que quizás mañana no habria pan, ¡EN ESPAÑA!. Me entró la risa de sólo pensarlo. Imagínate la situación. O qué sé yo, quizás el aceite subiría tanto de precio que terminarían prohibiendo la venta de productos fritos.

Y el momento de desasoiego, de locura temporal me llenó el cuerpo de terror, de angustia. Los mismos sentimientos que por casualidades del destino me hiciera tornar mi miedo en una sonrisa y aceptase que era este el mejor momento para saborear hasta la última miga de pan que quedara en el plato.

Total, puede que mañana muriera, me mandaran a la guerra, me quedase sin pan o me atropeyara un camionero cabreado.

Disfruta de tu vida, consejo.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s