Nunca se sabe

Quiero creer que todos encontramos un momento complicado en nuestras vidas. Un lugar retorcido, complicado y aun así, totalmente conocido. Es molesto estar en este sitio. No sabes muy bien dónde estás, a dónde quieres ir y claro, con toda esta niebla es imposible saber de dónde vienes. En fin, todo un asco.

Pero estás ahí, alguna vez aparece algún que otro viajero perdido como tú, pero el muy putas consigue discernir entre la aplastante niebla cuál sería el mejor camino.

Tiempo después te das cuenta que no tenía ni puta idea de lo que hacía, ni había pensado el camino, solo era otro idiota más que decidió caminar sin tener la más mínima preparación. Un idiota que había caminado más que tú y que seguramente le tenías una envidia infinita. Seguramente digo, como un eufemísmo finísimo sobre el ascazo que me da verle irse.

Me creo un señor de lo intelectual, un gurú de la vida, un puto asceta sin necesidad de porros antes de desayunar, para sentir mejor las sustancias de los alimentos recorriendo mi torrente sanguíneo. Menudo parguela que soy, que parezco. Tan listo y aún así sigo aquí.

Ya tomo asiento entre el árbol, también retorcido, para no cansarme.

Quiero creer que todos vamos buscando un lugar en nuestro mundo, en esa aldea tan precaria que llamamos sociedad, saltando de árbol en árbol, comiendo platanito, tirados en nuestros lechos de hojas y viendo la vida pasar. Criticando al negro de turno porque no sabe pegarle a un balón. De verdad, qué lugares los bares.

Me voy con mi coche imaginario y despego, viajo a toda velocidad por un cielo frío que me arranca la piel a tiras. Me gusta el dolor. Es tan puro que te permite dejar de pensar en todo lo demás. Te centra en estar vivo, en seguir volando, en cortarte con el frío aún más. En morir corriendo para no ver las cosas pasar.

Joder… y yo ¿a qué venía?