Personajes y otras libertades

A veces dudo sobre el momento óptimo donde coger a un personaje de cualquier historia y sacarlo cual velcro de sus páginas. Postrarlo delante tuyo ahi, en la alfombra y preguntarle: ¿qué te gustaría ser?

Quitando el desasosiego primero creo que todos responderían lo primero que estuviera escrito en sus páginas más tempranas, algo así como quiero salvar a la princesa, aquel otro querría matarla, y todos, uno por uno, llenando el salón, terminarían repitiendo lo que estaban dispuestos a ser desde un principio.

Sé que esto de sacar a un personaje de su historia y darle sentido a su falta de libre albedrío es algo más que conocido. Y me jode reconocer que más de una vez al día me quedo mirando el infinito pensando, en si no seré yo otro esclavo de un escritor desmedido y sádico que no para de reírse de mi.

Y claro que no, la ciencia me abala, defiende que no soy más que una milésima parte de un grano de arroz recorriendo los océanos del tiempo para caer por un diminuto agujero en medio de un gran reloj de arena que gira, una y otra vez, a merced de algo que no podemos controlar.

No. No puedes salir nunca de tu guión, porque de serlo así, todo esto dejaría de tener sentido. Tú, yo, todo lo que escribo, el salón, todas esas personas de pie repitiendo lo que quieren ser de mayor. Un grano de arena que escapa de un reloj es porque se ha roto. No porque sea libre ahora es que pueda escapar.

Es curioso porque… no venía a escribir nada en concreto, simplemente como hacía muchos años, divagar sobre lo que pienso e ir plasmándolo en el papel me ha servido siempre de una forma sólida para poner los pies en el suelo. Plantarme. Sacar raíces. Y esperar que en algún momento mis flores atraigan a alguien lo suficientemente ingénuo para caer en las miles de mis flores. Sacar fruto. Que devoren mi regalo. Cagarlo fuera de mi, muy lejos, para volver a intentarlo otra vez, para soñar lejos del papel, volar, joder, sí, volar lejísimos en la tripa de algún gorrión, sentir cómo se mueven sus tripas, su cloaca caliente, el calcio, el aire frío, agarrarme a esos instantes fugaces, agarrarme como un desesperado porque necesito de forma urgente vivir, aunque sea un puto segundo, vivir. No quiero el suelo, no quiero la tierra. No quiero ser otra semilla obligada a vivir, que mi caparazón se abra, sentir mi piel cubierta de agua y tierra, oscuridad.

Oscuridad.

Vuelvo a estar plantado, haciendo lo que me dijeron que haga, me preguntan cuál es mi papel en esta historia y no paro de repetir lo que me dijeron a mi con anterioridad. Estoy rodeando de otras personas, alguien me mira con sorna.

Necesito escapar, necesito huir de mi propia historia.

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